lunes, 12 de abril de 2010

UN GOYA DESTROZADO ACCIDENTALMENTE MIENTRAS ERA ROBADO POR LOS GOLFOS APANDADORES


La Maja Desnuda no podrá ser restaurada y sólo la recordaremos en fotos

Cultura.
El mundo del arte llora la pérdida de una de las joyas pictóricas más sagradas de nuestro patrimonio cultural. La Maja Desnuda, una de las obras cumbre del gran Francisco de Goya y Lucientes, ha quedado hecha jirones a las puertas del mismísimo Museo del Prado. El archifamoso cuadro fue destartalado mientras era robado por los Golfos Apandadores. Estos no salen de una para meterse en otra.

El trío Calavera del mundo del hampa protagonizó este bochornoso intento de robo semanas después de recibir el alta médica del hospital en el que fueron ingresados tras ser apaleados por una anciana a la que intentaron atracar a plena luz del día. Lo primero que hicieron tras poner los pies en la calle fue organizar la sustracción del lienzo.

A las 23:55 horas de ayer, Los Golfos Apandadores cortaron con alicates el cuadro de suministro eléctrico del sistema de alarmas del Prado y entraron por la puerta principal creyendo que no llamaban la atención. Los ladrones, sin embargo, obviaron un pequeño detalle: el avanzado sistema de video vigilancia del museo funciona con un flujo de energía alterno diferente, por lo que las cámaras seguían funcionando y grabaron perfectamente la secuencia de los hechos. Al parecer, alguien ya ha tratado de filtrar las imágenes para colgarlas en Internet. No tienen desperdicio.

Robo de chapuza
Como se puede contemplar en la fotografía que adjuntamos, dos de los asaltantes portaban taladros de gran calibre y el otro llevaba una saca y cuatro cartuchos de dinamita que, gracias al altísimo, no llegaron a utilizar. Aún se desconoce qué pretendían hacer con los explosivos. Los Apandadores atravesaron las principales galerías con total impunidad poniendo en grave riesgo a las obras de pintores tan ilustres como Velázquez, Murillo, Ibáñez Talavera o El Greco. Finalmente accedieron a la sala en la que se exponen las majas vestida y desnuda.

Según la grabación, los Apandadores discuten sobre cuál de las dos se quieren llevar. A continuación deciden llevarse a la que está como vino al mundo y colocan con cinta aislante un póster de Playboy. Como si no nos fuéramos a dar cuenta del cambio. Sin dar casi dos pasos, el cuadro, de 97 x 190 cm., se balancea y se cae al suelo partiéndose una de las esquinas del marco. Los intrusos vuelven a discutir y se reprochan entre sí por romper la moldura y hacer un tajo al lienzo. Con todo, los ladrones recogen del suelo a La Maja Desnuda (y rota) y se la llevan de la galería en la que estaba expuesta.

Tras atravesar el pasillo principal, los Apandadores se dirigen a la salida principal del Prado para salir con el cuadro con una tranquilidad típica de quien sale del supermercado tras haber comprado la comida. Y es entonces cuando llega la catástrofe final. La policía, que no es tonta, esperaba a los delincuentes a la puerta y con el museo rodeado. Al verlos, el malandrín que sujetaba la obra por delante se frena en seco con cara de ‘la hemos cagado’. Pero los otros dos, que iban por detrás, ajenos a lo que sucedía, siguieron empujando como unas mulas y los marcos superior e inferior saltaron en astillas. El tapiz se resquebrajó y cayó hacia un lado. Al intentar evitar que llegara al suelo un Golfo levantó los brazos para impedir su caída. Aún fue peor. Rompió la tela y el ladrón atravesó la imagen con los brazos extendidos a la altura de los pechos de La Maja.

No quedó ahí la cosa. Intentando sacar al villano que se había enredado entre la tela del Goya, los zánganos hicieron trizas lo poco que quedaba sano del cuadro que tan pacientemente pintó el Maestro a finales del S. XVIII. Una vez acabado el destrozo, los ‘elementos’, levantaron los brazos ante unos agentes policiales estupefactos por lo que habían contemplado. “Son más tontos que Abundio”, acertó a decir el Inspector Gadget, encargado de la investigación de un delito que llevará a los rufianes a pasar una buena temporada en la sombra y a tener que pagar una indemnización que pasará por hipotecar, de por vida, a las próximas diecisiete generaciones de Los Golfos Apandadores.