jueves, 23 de septiembre de 2010

EL FINAL DEL VERANO, LLEGÓ

Esta madrugada da comienzo la peor estación del año con el puñetero equinoccio de otoño

Paco Montesdepato. Área de Meteorología.
Se acabó lo bueno, chavales. Como cantaba El Dúo Dinámico, el final del verano, llegó. Y tú partirás. Sí. Bien a gusto le partiríamos la cara al que inventó esta estación tan chunga, pero no nos queda otra que pasar página y olvidarnos del sol y de la playa, de la montaña y de la residencia estival. Los peques a la guardería, los más mayores en el cole y a los más talluditos les quedan dos telediarios para empezar a coger apuntes en los institutos y universidades. Aunque bueno, si la vida del estudiante es tal y como la vemos en FOQ tampoco es que lo vayan a pasar muy mal, porque la madre del cordero, ahí no agarran un libro ni para calzar una mesa.

En fin, los días cada vez son más cortos y la noche nos confunde cada vez más. Las hojas de los árboles caducos empezarán a cubrir los adoquines de nuestras calles para formar una buena alfombra amarillenta que, con las primeras lluvias, se convertirán en una especie de producto deslizante ideal para darte un buen resbalón y dejarte los dientes sobre el asfalto. Es la hora de colgar el bañador, guardar las camisetas e ir desempolvando del armario prendas más calientes para hacer frente a los días grises, al agua y al viento.

Pero sobre todo, hay que poner al mal tiempo buena cara. Surtámonos de kilos de jalea real y afrontemos lo mejor posible lo que nos viene. Según los datos recogidos por la Agencia Estatal de Meteorología, en la que tengo muchos amigos, vamos a tener un otoño con menos agua y un poco más calor del habitual. Bueno. Por si las moscas, recomiendo tener siempre a mano un paraguas, ya sea para protegerse de la lluvia, para romperlo en la cabeza de algún enemigo o para volar como Mary Poppins. Hay que estar al Loro. Y recuerden que no por mucho madrugar, amanece más temprano. Así que no sean tontos y quédense en la cama.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

EL EQUIPO A

Nuestro experto Charlie Puma Ares divaga en torno al otro gran estreno cinematográfico del verano

Título original: The A-Team.
Año: 2010.
Duración: 121 minutos.
Género: Acción.
Director: Joe Carnahan.
Reparto: Liam Neeson, Bradley Cooper, Quintom ‘Rampage’ Jackson, Sharlto Copley, Jessica Biel, Patrick Wilson, Gerald McRaney, Brian Bloom y unos cuantos pavos más.

Charlie Puma Ares.
Antes de nada, vaya por delante que en Hay que estar al Loro todos fuimos fanáticos seguidores de la serie El Equipo A, de la que hace poco recordamos el 25 aniversario de su estreno en TVE. Si alguien viene a buscar trabajo a nuestra redacción no nos fijamos en sus diplomas y curriculums. Le preguntamos si le gustaba El Equipo A y si la respuesta es negativa, directamente levantamos nuestro dedo índice y señalamos con amabilidad la puerta de salida. Para nosotros, los años 80 no hubieran sido los mismos sin la emisión de esta serie de culto cuyos personajes forman parte, sin ninguna clase de dudas, de nuestro particular imaginario colectivo.

No merece la pena escribir de la serie porque no vamos a contar nada que no se sepa ya sobre los ex combatientes de Vietnam más famosos de la historia de la televisión. Así que será mejor que nos centremos en la versión cinematográfica estrenada este verano. Sí, de verdad que no es ninguna coña. Por fin se ha plasmado en la pantalla grande una película sobre la que se ha estado hablando por lo menos desde hace diez años. Los rumores han sido incesantes a lo largo de todo este tiempo y se barajaron numerosos nombres de directores para ser puestos al frente del proyecto. Sobre los actores para encarnar a los mercenarios, las habladurías citaron una retahíla de nombres más larga que la lista de novios de Ana Obregón (Sí, que ya sabemos todos que apareció en dos capítulos, sí). Se habló de Mel Gibson o Bruce Willis para el papel de ‘Hanníbal’, de Brad Pitt o Richard Gere para Fénix, de Jim Carrey o Woody Harrelson para reencarnar a Murdock o Ice Cube para enfundarse las cadenas de M.A. (B. A. en inglés por Bad Attitude). Al final, las quinielas se quedaron en agua de borrajas y el cuarteto de figuras escogidas rompió todos los pronósticos: Liam Neeson, Bradley Cooper, Quintom ‘Rampage’ Jackson y Sharlto Copley.

La película nos narra cómo el Coronel John ‘Hanníbal’ Smith lidera un grupo especial de Rangers del Ejército norteamericano destinado en Irak y acostumbrado a sacar adelante misiones secretas de elevado peligro. Auspiciados por un misterioso agente de la CIA y desollendo las indicaciones de su inmediato superior, el General Morrison, y de la Capitana Charissa Sosa, los cuatro miembros del Equipo A aceptan el cometido de interceptar un convoy de insurgentes que transporta varios millones de dólares en moneda y planchas para fabricar billetes falsos. Una vez cumplida la misión, un grupo de malvados mercenarios destruyen el contenedor confiscado por ‘Hanníbal’ y sus hombres y matan al General Morrison. Sin el testimonio de éste último, los integrantes del comando no pueden justificar su misión y son degradados, expulsados del Ejército y encarcelados. Sin embargo, nuestros protagonistas no tardan (bueno, un poco sí. Seis meses, para ser concretos) en fugarse de las prisiones en las que se encontraban recluidos (por separado, claro) con la intención de recuperar las planchas de impresión, vengarse del hijo puta que les tendió la trampa y limpiar sus nombres.

¿Odiosas comparaciones?
Bueno, venga, lo diré. Tengo que reconocer que Liam Neeson está muy bien en el papel de ‘Hanníbal’, y es que el norirlandés es un pedazo de actor como la copa de un pino que lo mismo te borda su papel de protagonista en la dramática ‘La Lista de Schindler’ como te sale de puta madre en una comedia como ‘Love Actually’ o te hace de mentor del hombre murciélago en ‘Batman Begins’. Un todoterreno, que se suele decir. Bien caracterizado y con su sempiterno puro en la boca, Neeson consigue salir airoso de la difícil papeleta de sustituir al malogrado George Peppard, lo cual, al menos para mí, tiene mucho mérito.

Para el rol de mi querido Templeton ‘Face’ Peck, Bradley Cooper, al que descubrí en la absolutamente genial ‘Resacón en Las Vegas’, presenta un registro bastante diferente al de Dirk Benedict. El Fénix cinematográfico no llega a ser tan pícaro y canalla como el original, pero la verdad es que Cooper me cae bien y, por lo tanto, también le doy el visto bueno. Lo mismo me ocurre con Sharlto Copley. El sudafricano, protagonista de ‘Distrito 9’, también cumple con la espinosa tarea de dar vida al ‘Loco Aullador’ Murdock, por cuya interpretación Dwight Schultz hubiera merecido una docena de Emmys, por lo menos. Quiero dejar bien clara una cosa: es imposible suplir los rostros originales, así que tenemos que ser un poco flexibles a la hora de juzgar el trabajo de los actores escogidos.

Soy consciente de que para los fans más puristas de la serie (los que reniegan de la quinta temporada televisiva, por ejemplo) el mero hecho de que se haya filmado la película es ya un puto sacrilegio. Yo mismo, en parte, les comprendo y tengo que reconocer que era muy reacio a ver a mis ídolos de infancia con otras jetas. Me ha costado mucho decidirme a ver el trabajo de Carnahan. Hay que admitirlo e insisto: Es imposible que ningún actor del mundo se meta en el pellejo de M.A. Baracus sin que te acuerdes o eches de menos a Mr. T. Sin embargo, la película se ha llevado a cabo y, ante la imposibilidad de recuperar el fondo, las formas y el carisma de la serie, sólo quedaba la alternativa del “renovarse o morir” y adaptarse a los nuevos tiempos.

¿Qué aporta?
Ya de primeras, el guión de la película es bastante más enrevesado que el de cualquiera de los capítulos de la televisión, cuyos argumentos eran tan simples como el mecanismo de un chupete. La puesta al día obligó a convertir a los veteranos de Vietnam en veteranos de Irak. Eso sí, desconozco por qué se ha cambiado el rango de M.A., que si bien en la televisión era Sargento, en el cine es Cabo. Lo mismo que con el General Morrison, que en la serie era un Coronel.

El Equipo A, el filme, es una buena película de acción, lo cual es normal en una producción en la que participan los hermanos Scott (Ridley & Tony) y está dirigida con eficacia por Joe Carnahan. Los efectos especiales y las nuevas tecnologías propician la espectacularidad propia de un trabajo habitual de Hollywood.

Los primeros minutos de la cinta son una especie de prólogo muy interesante en el que nos explican cómo se conocen los personajes o el origen del miedo atroz que sufre M.A. a las alturas (algo en lo que tiene mucho que ver Murdock, lo que a su vez explica también por qué el forzudo Baracus le tiene tanta manía al osado piloto). Tras ese preámbulo la historia da un salto de ocho años y nos sitúa en la actualidad. Los protagonistas son algo más duros que en la serie. Por poner un ejemplo… ¡dicen tacos! (La última frase de M.A.: “Es una cabronada” ¿Se imaginan al bueno de Mr. T diciendo eso?). Al contrario que en la serie, aquí sí que hay muertos, por lo que los detractores no pueden utilizar el tan manido y cansino argumento de que nadie espichaba a pesar de que se disparaban toneladas de cartuchos y se lanzaban cientos de granadas. No. Aquí no se regocijan con la sangre, pero se ve que hay malos que muerden el polvo.

¿Todo es diferente?
Pues no. Aunque la estética y las formas nos hagan pensar que la película no tiene nada que ver con la serie, eso no es cierto. A grandes rasgos, se ha tratado de mantener el espíritu del serial, y supongo que de eso se habrá encargado el creador del mismo, Stephen J. Cannell, que para mi tranquilidad participó en la producción. La legendaria sintonía de la serie, de Pete Carpenter y Mike Post, suena durante la secuencia de la fuga de Murdock y sus primeras notas también se dejan escuchar justo antes de iniciarse los créditos finales. Tanto la acción de la serie como la de la película tienen comienzo en México. M.A. conduce durante los primeros minutos de metraje una réplica de la famosa furgoneta negra con franja roja de la GMC. Aunque mejor no le decimos a los que no han visto la película lo que ocurre con ella.

Cuando ‘Hannibal’ y M.A. acuden al inicial rescate de Fénix, el curtido Coronel empuña un rifle automático exactamente igual al que utilizaban todos los miembros del Equipo A en la serie original. En esta nueva versión a M.A. le siguen teniendo que sedar con inyecciones para lograr subirlo a cualquier tipo de aparato volador y el fornido Baracus se sigue pillando unos encabronamientos espectaculares cuando se despierta y ve que sus compañeros de armas se la han vuelto a jugar. Murdock continúa estando como una puta cabra y sigue habiendo escenas (pocas, eso sí) en las que nuestros amigos se divierten construyendo artilugios con soplete y mucha maña. Por otra parte, los guiños son constantes y no puede ser casualidad que uno de los malos de la función responsa al nombre de Lynch que, por si alguien no lo recuerda, era el oficial que perseguía a los integrantes del equipo en la primera temporada de la serie. A partir de la segunda, el Coronel Decker fue el encargado de pisar los talones (sin mucho éxito) a Smith y sus chicos. En definitiva, que tampoco se puede decir que no tiene nada, nada que ver con la serie. Hombre, admitamos que hay nexos de unión entre ambos trabajos.

El personaje femenino
Si hubo un personaje de El Equipo A que en su etapa televisiva creara algo de polémica ese fue, sin duda, el de Amy Amanda Allen. El integrante femenino de la escuadra de ‘Hannibal’ Smith era, para qué vamos a negarlo, un estorbo. Recuerdo que cuando éramos críos y jugábamos en el patio del colegio a emular a nuestros queridos héroes de ficción, todos nos peleábamos por ser ‘Hannibal’, Fénix, Murdock o M.A. Pero nadie quería ser Amy. De hecho, al típico alumno marginado de turno o al que se le tenía manía se le decía aquello de “tú eres la chica”, lo cual no dejaba de ser una humillación de tomo y lomo en aquellos tiempos en los que la corrección política no estaba tan de moda. Leches, uno prefería ser el Capitán Crane (el Policía Militar afroamericano de bigote que conducía el coche patrulla del Coronel Decker) antes que tener que hacer de Amy.

El caso es que los productores pronto vieron que el personaje no encajaba en un show de tíos y decidieron largar a Melinda Culea, a la que, según parece, George Peppard no podía ver ni en pintura. Como en toda creación de Hollywood es importante introducir, como sea, el papel de una buena chavala, los responsables de The A-Team han optado por no cometer la torpeza de meter a una chica como miembro del equipo y se han sacado de la manga el papel de la Capitana (Luego la degradan a Teniente) Charissa Sosa, un antiguo ligue de Fénix que persigue a los héroes injustamente encarcelados por un crimen que no han cometido pero a los que termina ayudando, como buena chica. El papel fue adjudicado a la guapísima Jessica Biel. ¡Jessica, si lees esto, que sepas que en Hay que estar al Loro te adoramos!

Sé que a muchos esta película no les ha gustado. Pero, si la nostalgia y el agradable recuerdo de aquellas tardes de sábado nos impiden saborear este remake, siempre nos quedarán los DVD’s para volver a contemplar esas aventuras con historias escuetas pero adictivas que nos fascinaron hace dos décadas. Esa posibilidad, afortunadamente, siempre la tendremos ahí. Pero, para gustos, los colores. Francamente, desde mi humilde punto de vista, merece la pena darle una oportunidad a este renovado Equipo A.

No quiero terminar sin dejar un consejo para los muy, muy, muy fanáticos de la serie original. Por favor, sean ustedes pacientes y esperen a que concluyan los créditos finales. Tendréis una agradable sorpresa. Prometido.

sábado, 11 de septiembre de 2010

MEDIO CENTENAR DE NIÑOS HOSPITALIZADOS TRAS UN INFERNAL VIAJE DE EXCURSIÓN EN AUTOCAR

El conductor quiso escarmentar a los mocosos por su comportamiento gamberro a bordo

Macario el Becario.
Cerca de cincuenta alumnos de un colegio de primaria no podrán iniciar el curso escolar tras su ingreso urgente en diversos hospitales comarcales después de sufrir todo tipo de heridas y daños mentales en el transcurso de un viaje de excursión. Los niños, procedentes de un campamento de colonia, se disponían a realizar una salida para concluir el periodo de vacaciones estivales justo a las puertas de comenzar, el próximo lunes, con sus pertinentes jornadas lectivas. Según relatan los informes de la Policía Montada del Canadá, que investiga los hechos junto con la Guardia Civil y una Sección de Lanceros Bengalíes, lo que empezó como un viaje lúdico y festivo terminó convirtiéndose en un trayecto terrorífico con amotinamiento de la chavalería incluido.

El itinerario de la discordia se inició a las 9:00 horas de la mañana de hoy, cuando el medio centenar de alumnos partía en autocar de la Colonia Campamento Krasty en dirección al parque zoológico en el que se encuentra recluido Mofly, el último Koala. Al frente de la expedición se encontraba la tutora, Señorita Rottenmeier, que trataba de aplacar los ánimos de unos mocosos con los estómagos un tanto revueltos después de su copioso desayuno consistente en bacón, huevos fritos con chorizo, Frosties de Kellogs (poderosa energía), sandías, tostadas untadas de Tulipán con grasa de cacahuetes y galletas María Fontaneda con leche, mucha leche sin Cola Cao.

Viaje con nosotros
Una vez situados en sus respectivos asientos e iniciado el viaje, algunos niños ya empezaron a hacer de las suyas. Cuatro pequeños, que no se habían tomado la Biodramina, sufrieron los efectos del mareo y depositaron violentamente todo lo que habían desayunado en el interior de las correspondientes bolsas grises que se reparten en casos de emergencia. Automáticamente, algunos compañeros de los mareados pasaron a utilizar esas bolsas cargadas de vómitos como armas arrojadizas y lanzaron los malolientes artefactos por las ventanillas contra los coches que transitaban por la carretera de forma paralela al autobús, estallando contra los parabrisas de los utilitarios y desperdigando los apestosos vómitos a diestro y siniestro. La Señorita Rottenmeier trató de reprender a los pequeños vándalos, pero lo único que consiguió fue “azuzar un nido de avispas”, como ella misma ha confirmado a la redacción de Hay que estar al Loro.

Se sabe, a ciencia cierta, que los alumnos situados en los últimos asientos del autobús se liaron unos porros y quemaron la tapicería de dos butacas, además de arrojar chicles usados contra las cabezas de los empollones. Los gritos y los ánimos de “dar guerra” se extendieron a todo el pasaje que, siguiendo las viejas tradiciones escolares en caso de excursión, procedió a entonar los clásicos cánticos para tocar las narices al chofer. De esta forma, tras el archifamoso “hip, hip hurra, las chicas a la basura”, empezaron a canturrear la conocida “para ser conductor de primera, acelera, acelera”. El piloto, Otto Mann, no tuvo a bien seguir los consejos de los renacuajos y, tras levantarles el dedo corazón y dedicarles una peineta, exigió a la Señorita Rottenmeier que hiciese callar a los pequeños. Pero los peques contraatacaron con otro clásico: “El señor conductor no se ríeeee, no se ríeeee, no se ríeeeeeee. El señor conductor no se ríeeee, no se ríeeee el señor conductor”.

La cosa se fue torciendo cada vez más con el paso de los minutos al incrementarse el nivel de los cánticos. “Queremos ir a noventa, queremos ir a noventa, queremos ir a noventaaaaaaaaaa, y luego al hospital”. El conductor empezó a perder los estribos y mientras se desgañitaba pidiendo silencio los críos siguieron completando su cancioncilla. “Con un letrero que diga, con un letrero que diga, con un letrero que digaaaaaaaaaa, murió por animal”, canturrearon los niños. Otto Mann comenzó a insultar a los alumnos llamándoles “pequeñas sabandijas” y la Señorita Rottenmeier no fue capaz de evitar el cruce de acusaciones entre conductor y pasajeros. Los pequeños, sobrepasaron la raya y la delgada línea roja cuando iniciaron sus cánticos más feroces con el claramente ofensivo “el conductorrrrrrrrrrrrrrrrr, cabrón y maricón”.

“Aquello fue la gota que colmó el vaso”, ha reconocido el propio Otto Mann a las autoridades. Pese a estar acostumbrado a lidiar con pasajeros de la talla de Bart Simpson o Nelson Muntz, Otto no pudo soportar que tanto “baboso malcriado”, según sus propias palabras, se le subiera “a las barbas” y decidió que había que dar a los pequeños amotinados “una buena lección”.

Una ruta suicida
Según recoge el tacógrafo, Otto aceleró en una bajada del 20% hasta poner el viejo Pegaso en el que viajaban a más de 130 kilómetros por hora, es decir, cuarenta más de lo que pedían los niños en sus canciones y los suficientes como para enviarlos no ya al hospital, sino al cementerio más cercano sin necesidad de cavar tumba ni nada. Los impúberes dejaron las risas y el cachondeo al ser plenamente conscientes del peligro que corrían. Algunas niñas empezaron a chillar mientras otros, que no se habían colocado el cinturón de seguridad (básicamente porque el autobús, con más de treinta años de servicio, no cumplía con la reglamentación pertinente y carecía de las obligadas sujeciones), empezaron a estamparse contra los asientos que tenían delante.

La Señorita Rottenmeier, que se dio de morros contra la luna delantera antes de rebotar y caer contra el suelo, perdió varias piezas de su dentadura y recibió el impacto directo de un niño que salió despedido de su asiento. Otto Mann comenzó a realizar virguerías al volante haciendo gala de una ilimitada temeridad. Con el motor al máximo de revoluciones y sin bajar en ningún momento de los 120 KM/H, el autobús saltó la mediana y se metió en dirección contraria al sentido de la circulación. Los niños gritaban histéricos, absolutamente fuera de sí, cuando veían cómo su autobús kamikaze esquivaba los coches que circulaban en sentido contrario mediante bruscos volantazos que los hacían caer de sus asientos. En las curvas muy cerradas, el vehículo escolar se escoraba violentamente y se quedaba elevado a dos ruedas, de manera que los chicos sentados en el lado izquierdo caían a plomo estampándose sobre sus compañeros de la fila de asientos derechos y viceversa. El autobús atravesó a toda potencia todos los badenes que encontró a su paso haciendo saltar a los pequeños ocupantes hasta el techo, abriendo brechas y provocando coscorrones y chichones. El remate final llegó cuando el chofer, que había forzado el motor al límite otra vez en una cuesta abajo, pisó de forma brutal el pedal del freno para detener el bus en seco. Los alumnos que aún estaban medio sanos impactaron violentamente contra los asientos que les precedían y los que ya estaban machacados terminaron para el arrastre tras salir despedidos.

Cuando las asistencias sanitarias llegaron al punto kilométrico en el que el viejo Pegaso quedó inmovilizado, con las llantas abrasadas y el motor echando humo, se encontraron con un panorama desolador. Decenas de niños se encontraban tirados gimiendo y llorando entre paletos, colmillos, molares y premolares desperdigados por el suelo. Brechas, torceduras, raspones, hematomas, charcos de sangre, charcos de vómitos, charcos de orina de los más cobardicas… La Señorita Rottenmeier fue de las peor paradas. Además de necesitar una reparación urgente de quijada, sufrió tres roturas de huesos provocadas por los golpes de niños que salían volando de sus asientos. Todos los chiquillos tuvieron que ser atendidos e ingresados, muchos de ellos con claros síntomas de stress postraumático “que les dejarán secuelas mentales de por vida”, según el Dr. Hannibal Lecter. Los psicólogos aseguran que "ninguno de estos rapaces podrá volver a subirse siquiera a un patinete sin recordar lo que les ha pasado". Una experiencia que les marcará de por vida.

jueves, 2 de septiembre de 2010

LOS MERCENARIOS

Nuestro hombre de cine Charlie Puma Ares analiza uno de los estrenos del verano

Título original: The Expendables.
Año: 2010.
Duración: 100 minutos.
Género: Acción.
Director: Sylvester Stallone.
Reparto: Sylvester Stallone, Jason Statham, Jet Li, Terry Crews, Mickey Rourke, Dolph Lundgren, Eric Roberts, Randy Couture, Steve Austin, Gisele Itié, Charisma Carpenter, David Zayas, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger.

Charlie Puma Ares.
Hubo un tiempo, lo juro, en el que nos pirrábamos por ir al cine a ver una película de Sylvester Stallone. Era una época en la que nos sentíamos felices cuando alquilábamos en el videoclub un VHS de Arnold Schwarzenegger. Todos queríamos ser como Bruce Willis en ‘La Jungla de Crital’. Los amigos se reunían en cuadrilla en la casa de alguno que la tenía libre para ver juntos una buena película de acción (o de terror) y devorar palomitas entre las risas que provocaba que el malo de turno recibiera una buena ración de hostias bien dadas.

Luego, llegó un mal día en el que nos hicimos mayores y los críticos de cine nos quisieron meter en la cabeza que ese tipo de películas no eran más que una basura inmunda, que aquello no era cine y que arderíamos en los putos infiernos por entretenernos con semejantes subproductos. Y la verdad es que lo consiguieron. Influenciados por esa ladina y torticera forma de pensar, ahora muchos niegan que en su día disfrutaran con nuestros héroes de antaño y reniegan del género de acción. Los expertos cinematográficos de mayor relumbrón, curtidos en la escuela del bostezo, trataron de convencernos de que Stallone y Schwarzenegger no eran actores. Eran armarios (¿De IKEA, quizás?) Estas lumbreras del séptimo arte acribillan con ‘ceros’ desde tiempos inmemoriales cualquier trabajo en el que aparezcan dos secuencias con un mínimo de movimiento de bíceps y tratan de llevarnos por el buen camino explicándonos que lo que debemos hacer es consumir cine de calidad. Producto nacional, preferentemente. Bueno, pues yo ahora me cisco en sus puñeteras cabezas y voy a hablar de ‘Los Mercenarios’. Básicamente para que se fastidien y les salga espuma por la boca.

Vamos al grano
‘Los Mercenarios’ no engaña absolutamente a nadie. Es lo que es, da lo que promete, y al que no le guste este tipo de cine, qué se yo, pues que se vaya a coger amapolas al campo, como diría Guti. Se trata de lo que algunos (como yo) califican como ‘cine cazurro’ (a mucha honra, por cierto), es decir, cine dirigido por y para hombres. Así que absténganse los chicos de llevar a novias, amigas y mujeres a ver esta película, salvo en el caso de que la pareja en cuestión sea fanática de las películas en las que se reparten pescozones y tiros como panes. Porque amigos, eso es lo que ves en ‘Los Mercenarios’. Tiros, más tiros, hostias, más hostias, puñetazos, tíos partidos a la mitad, decapitaciones, explosiones, golpes, persecuciones, emboscadas, saltos imposibles, malos hijos de puta, sangre, carnicerías, músculos…

La película, para qué negarlo, tiene un puntazo fabuloso e irrepetible. Se habrán fijado que en el primer párrafo citaba a Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis. Bien, pues no era casualidad. Y es que resulta que el trío de ases del cine de acción de los 80 y 90, amigos y socios fundadores de la cadena de restaurantes Planet Hollywood, ¡aparecen juntos por primera vez en una pantalla de cine! Son dos minutos con veinticinco segundos en los que los fanáticos del género pueden ver cumplido el sueño de infancia de juntar a los auténticos fenómenos de masas de antaño en una misma película. Esta secuencia justifica, para muchos, el pago de la entrada.

¿De qué va?
Un grupo de profesionales de elite, muy grandullones ellos de tanto desayunar Tosta Ricas con mantequilla y merendar mucha Nocilla y Pralín de Zahor, reciben el encargo de acabar con el dictador de una república bananera y bla, bla, bla… ¿Pero de verdad estáis interesados en el argumento? Algunos seguro que querrían rociarme con gasolina y jugar con cerillas por mencionar el término “argumento” al hablar de una película de tiros. Pero a ver, es que todas, todas las películas tienen un argumento y un guión. Luego este podrá ser más o menos elaborado, más o menos profundo, más o menos aburrido, pero todo filme tiene un argumento y un guión. Y si la película es de golpes y patadas, el guión tendrá que versar sobre golpes y patadas. Las películas no son buenas o malas según el género. Dentro de cada género habrá películas buenas y malas. El problema es que para la gran mayoría de los críticos, las películas de acción son siempre malas. Pues no, señores, no. Hay películas de acción buenas y películas de acción malas. Y ‘Los Mercenarios’, pese a quien le pese, es una gran película de acción. Como ya he dicho, no engaña a nadie y da lo que promete. ¿Me entienden?

La película confirma a Jason Statham como el número uno entre los actores de acción actuales. Protagoniza uno de los mejores momentos de la cinta cuando acude a una cancha de baloncesto para hostiarle bien la cara al novio de su ex, a la que el muy perraco maltrata. No defiende a su novia, defiende a su ex novia, que para más narices le había puesto una cornamenta como la del toro de las pipas Facundo. Todo un caballero. El caso es que se presenta ante el abusón y su cuadrilla de amigotes y allí mismo les pega una somanta de palos de las de no levantarse en una semana. Grande Statham.

No quiero olvidarme de la resurrección de Dolph Lundgren, al que Stallone ha rescatado del pozo del olvido para volverlo a poner en circulación. A sus 52 tacos, el sueco que encarnara en su día al inolvidable Ivan Drago en 'Rocky IV' demuestra estar en un estado de forma excelente y calca su papel de bueno que se hace malo, que puede ser muy malo, pero que acaba siendo otra vez bueno. Y no voy a entrar en más detalles para no destapar una de las sorpresas de la película. Aunque bueno, casi ya la he destapado. En fin. ¿Qué más da? El caso es que en Hay que estar al Loro nos alegramos mucho de volver a ver en pantalla grande a nuestro idolatrado Dolph Lundgren.

El reparto coral nos permite disfrutar de la presencia de nuestro querido Mickey Rourke (muy buena la secuencia de su monólogo), de la elasticidad del gran Jet Li (al que ya vimos con Statham en ‘El Asesino’), de los desperfectos que causa el pequeño trabuco automático de Terry Crews y del combate entre los luchadores profesionales Randy Couture y Steve Austin, que se soban el morro de lo lindo. La aparición de rostros populares, al más puro estilo de ‘El Último Gran Héroe’, nos deja contemplar a David Zayas (el sargento Batista de la genial 'Dexter') haciendo de malo de la función y a Eric Roberts (sí, sí, el hermano de Julia) haciendo de súper malo capullo. Muchos han echado de menos en el reparto a Jean Claude Van Damme, a Steven Seagal y a Chuck Norris. Hubiera sido la leche, aunque no sé si había sitio para más gente en los camerinos del rodaje.

En resumen, donde los cinéfilos recalcitrantes de los periódicos convencionales ven a un pelotón de mastuerzos haciendo el saltimbanqui entre humo y explosiones, algunos somos capaces de ver, con perdón, una película entretenidísima. Una buena ración de testosterona ideal para desconectar de los rigores del verano. ¿Algún problema?