miércoles, 22 de mayo de 2013

TRESCIENTOS HERIDOS Y DOS DETENIDOS TRAS VIOLENTA PELEA ENTRE HINCHAS DE FUTBOL

La batalla campal se inició en un bar mientras contemplaban un programa deportivo

Clark Kent.
Tres centenares de heridos de diversa consideración y dos personas detenidas es el triste balance de una batalla campal entre seguidores de fútbol al término de la Final de la Copa del Rey Midas que enfrentó a los equipos Schalke Temeto y Keterompo la Boca, Junior. Lo más curioso es que los aficionados se enzarzaron dos horas después de concluir el partido de fútbol, mientras contemplaban el programa de televisión 'Junto Farlopa'.

Al parecer, las dos aficiones abandonaron de forma pacífica el mítico 'Txitxipurri Stadium' en el que se había jugado un extraordinario y emocionante encuentro que concluyó 0-0 al término de los noventa minutos reglamentarios y de la consecuente prórroga. El Schalke Temeto necesitó de tres tandas de penaltis para hacerse con el preciado trofeo de la Final de Copa. Sus rivales del Keterompo la Boca, Junior aceptaron con deportividad la derrota y felicitaron desde las gradas a los vencedores. Una vez constatada la hermandad entre los hinchas, salieron a la calle juntos y sin que las tropas de la Guardia Urbana registraran incidente alguno.

Varios miles de seguidores acudieron a los bares y establecimientos hosteleros situados en los alrededores del 'Txitxipurri Stadium' para tomarse unas copas y ver la televisión. Sin embargo, la tensión comenzó a hacerse palpable con el paso de los minutos entre los más hooligans más pacíficos de los clubes que se habían enfrentado en el partido. Todos ellos, azuzados por los comentarios de los contertulios barriobajeros que participaban en el programa 'Junto Farlopa' del Canal Pus, empezaron a dar rienda suelta a las primeras disputas verbales. A pie de barra, de bar, los enfrentamientos comenzaron a registrarse según aumentaban las broncas en la pantalla de televisión. Era el principio del caos.

"Varios clientes, que habían ingerido ya varias botellas de anís, empezaron a discutir sobre si una jugada había sido penalti o no", relata Sam Malone, propietario del bar Cheers en el que, según apuntan varias fuentes, empezaron los líos. "La jugada era clarísima. El delantero del Keterompo la Boca, Junior se tiró a la piscina y el colegiado le sacó amarilla por simular una caída dentro del área. Pero en la televisión estaban una y otra vez repitiendo la acción y discutían sobre si había que señalar pena máxima o no. La gente se empezó a calentar... Discutían... Y claro, la cosa acabó como acabó", añade Malone disgustado. Los disturbios que se originaron a continuación acabaron con el local literalmente arrasado. "Un seguidor del Schalke Temeto le tiró el contenido de su vaso a uno del Keterompo la Boca, Junior. Herido en su orgullo, el ofendido oponente, al parecer líder del grupo radical Junior's Ass, le tiró la jarra de la que bebía un zumo de zanahoria al del Schalke Temeto. Tras un cruce de insultos y de escupitajos, las botellas empezaron a volar impactando en los cráneos de unos y otros. La pelea había empezado. Ya no había marcha atrás.

"Era como en las películas del Oeste, pero con forofos futboleros", indica Sam Malone, llorando, mientras barre y recoge trozos de madera del Cheers, que se ha visto obligado a cerrar sus puertas después de lo sucedido. Bueno, en realidad no había mucho con lo que cerrar. "Los del Schalke Temeto desmontaron las puertas a mordiscos y las rompieron a patadas para utilizarlas a modo de arietes improvisados contra los del Keterompo la Boca, Junior. A su vez, los del Keterompo la Boca, Junior lanzaban las sillas y los taburetes. Fue horrible", admite Malone, que ha pedido al Ayuntamiento que declare al Cheers "zona de catástrofe". Gritos, golpes, tortazos, botellas y vasos volando, aficionados con los morros ensangrentados, algún que otro diente rodando por el suelo... La televisión había convertido a unas masas pacíficas, minutos antes, en bestias sedientas de sangre, turrón y vino.

Al contemplar lo que pasaba en el Cheers, los aficionados que ocupaban las calles se contagiaron del ardor guerrero de sus correligionarios y se sumaron a la gresca en defensa de sus respectivos equipos. Un niño de unos diez años rompió su bandera en la cabeza de otro niño de la hinchada rival, que trató de defenderse intentando estrangular con su bufanda al de la bandera. En cuestión de segundos, los contenedores de basura pasaron a convertirse en improvisados carros de combate que se movían a empujones siendo lanzados contra seguidores rivales. Las papeleras empezaron a volar a modo de proyectiles y se vislumbraron las primeras piezas dentales rodando por los suelos.

Refuerzos policiales
Desbordados por la situación, las fuerzas de la Policía Urbana y los agentes de CIPOL requirieron la presencia de los GEO y los bomberos. Utilizando chorros de manguera, se trató de calmar a las masas. Pero el efecto fue justo el contrario. El agua espoleó aún más a los rabiosos hinchas, que trataron de agredir a los policías. Los miembros de las fuerzas de seguridad se defendieron haciendo fuego a discreción con material antidisturbios. Tampoco sirvió de nada. Los violentos recogían las pelotas de goma que les tiraba la policía y, o bien las devolvían contra los agentes, o bien las usaban para tirárselas a los aficionados rivales contra los que se peleaban.

Visto el cariz que estaban adquiriendo los acontecimientos, desde la Jefatura de Gobierno Exterior se rogó a la Policía que no interviniera y que dejaran que la pelea siguiera su curso "de forma razonable pero sin empeorar las cosas". Es decir, que se permitiera a los violentos seguir haciendo el cafre dentro de unos "límites" aceptables. Mientras no se utilizara armamento bélico, que se zumbaran bien a gusto y se quedaran calentitos, vaya.

Y así fue. Los integrantes de las dos hinchadas siguieron pegándose hasta quedarse sin fuerzas. Cinco horas después, las hostilidades habían cesado por agotamiento de los contendientes. La Policía Judicial pudo por fin intervenir sin problemas abriendo paso a las caravanas de ambulancias que aguardaban en las proximidades del lugar de la batalla campal. Una vez cerciorados de que podían trabajar sin riesgo de ser agredidos ellos también, los sanitarios pudieron pasar a evacuar a los heridos y a practicar las primeras curas y primeros auxilios.

Ante la previsión de que no hubiera sitio en los calabozos de las comisarías para llevarse a tantos detenidos, y dado que la mayoría debían pasar antes por el Hospital, los agentes decidieron arrestar a dos aficionados, uno de cada equipo de fútbol, para ser llevados ante los Tribunales. Lo van a pagar caro.

Hay que estar al Loro con los programas deportivos de televisión. A veces son más peligrosos que los propios acontecimientos que tratan de cubrir.

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