La atractiva caperucita recibe una orden de alejamiento
Agencias.
El Lobo Feroz ha denunciado ante el Juzgado de Guardia a la Caperucita Roja por acoso y derribo contra su personaje. El Juez Harold T. Stone ha firmado una orden de alejamiento mediante la cual ni la Caperucita ni su Abuelita se podrán acercar a cincuenta metros del licántropo, afectado emocionalmente por los trastornos que, según él, le han provocado las osadas actuaciones de la de la caperuza roja.
“Todos los días andaba detrás de mí y no me dejaba en paz”, asegura el Lobo, que compareció en rueda de prensa junto a su abogada, Ally McBeal, después de conocerse la sentencia. “Yo ya le dejé bien claro que no quería nada con ella, pero no se daba por vencida”, afirma el Lobo. Según la letrada McBeal, su defendido ha sufrido “daños morales” y se siente “humillado” por Caperucita Roja, que ha puesto en entredicho su “imagen”.
Según relatan los informes periciales la Caperucita Roja esperaba al Lobo Feroz a diario en el bosque para dedicarle toda clase de piropos y comentarios picantes que terminaron afectando al acosado. “Lobito, lobito, quiero verte mover el culito”, fue lo más suave que le dijo la muchacha al mamífero. La chica se colocaba a diario junto a un árbol situado al lado del camino principal del bosque esperando la llegada del Lobo Feroz. A pesar de su bravío aspecto, el Lobo terminaba siempre con la cola entre las piernas y las orejas gachas cuando pasaba a la altura de la libidinosa Caperucita que, vestida para matar, siempre tenía un comentario con el que insinuarse. “Lobito, lobito, quieres jugar con mi conejito”, le llegó a espetar en otra ocasión.
Al parecer, el Lobo Feroz intentó eludir la presencia de su joven pretendiente cambiando sus rutas de tránsito por el bosque. Sin embargo, Caperucita Roja, astuta y sagaz, siempre logró descubrir los nuevos itinerarios y siguió realizando proposiciones subidas de tono al acosado. “Lobito, lobito, ¿tienes hambre? ¿Quieres comer mis magdalenas?”, le preguntó un día abriendo la cesta para su abuela. En otra ocasión le ofreció su “donut” para comer. “De chocolate”, puntualiza el autor del informe, el Inspector Clouseau,
Caperucita en acción
La gota que colmó el vaso del Lobo Feroz llegó un día en el que Caperucita Roja puso en marcha un plan con el que pasó de las palabras a los hechos y se quiso pasar por la piedra al lobito. “Un día, la Caperucita Roja me dijo que tenía que ir al pueblo a hacer unos recados en el súper y comprar unos productos en la farmacia. Me pidió que, por favor, le llevase a su dulce abuelita una cesta con la comida del almuerzo. Según me explicó, la pobre señora se encontraba encamada aquejada de diarrea y dolor de tripa. Yo, por caridad, acepté llevar la cesta”, relata el Lobo Feroz, calificado de “iluso” por su abogada McBeal.
Según se desprende del informe del Inspector Closeau y del relato en rueda de prensa, cuando el Lobo llegó a la casa de la abuela, hizo sonar tres veces la aldaba de la puerta y entró para encontrarse a la dueña del hogar metida en la cama y tapada hasta la cabeza. “Buenos días, señora, le traigo la cesta de la comida que le iba a traer su nieta, la Caperucita Roja. Es que ha tenido que ir al pueblo a comprar unas cosillas y me ha pedido a mí que le traiga el tentempié. Ya me ha dicho que está usted un poco pachucha. ¿Cómo se encuentra usted?", preguntó educadamente el Lobo. Por respuesta, solo obtuvo un “mmmmmmmmmmm”, algo excitado.
El Lobo se acercó al borde de la cama y preguntó: “¿Se encuentra usted bien?". Nuevamente la respuesta fue otro liviano “mmmmmmmmmmmm”. El Lobo, aproximándose más a su interlocutora, se percató de algunos de sus rasgos atractivos.
-“Abuelita, abuelita, qué ojos más… grandes tienes”, afirmó el Lobo.
-“Mmmmmm, son para verte mejor… cariño”, -respondió la de la cama, acojonando un poco al Lobo.
-“Abuelita, abuelita, qué voz más… dulce tienes”, -aseveró el licántropo.
-“Mmmmmm, es para susurrarte mejor al oído…”, -recibió como respuesta.
-“Abuelita, abuelita, qué busto más… voluptuoso tienes”, -siguió el Lobo.
-“Mmmmmm, es para despertar tu instinto más animal…”, -le contestó dejando perplejo al Lobo.
-“Abuelita, abuelita, menudas caderas tiene para su edad”, -advirtió el Lobo Feroz con la mosca detrás de la oreja.
-“Mmmmmm, son para…,son para…, son para… ¡Son para que cabalgues mejor!”, -gritó la encamada, que resultó ser, ni más ni menos que… ¡Caperucita Roja disfrazada de su abuelita!
El Lobo Feroz, aterrado por el susto, no reaccionó a tiempo y fue reducido por la Caperucita Roja. Ésta, saltando en la cama y con un movimiento fulminante agarró al Lobo Feroz, lo tumbó violentamente en la cama boca arriba y se colocó encima de él a horcajadas. Perplejo y sin capacidad para plantar oposición, fue esposado a la cabecera de la cama por la Caperucita. “Ahora vas a ver lo que es bueno”, le dijo la Caperucita al Lobo mientras recorría el pecho del animal con su dedo.
La cosa empeora
Siguiendo el relato elaborado por el Inspector Clouseau, el Lobo comenzó a gritar pidiendo auxilio. La puerta de la casa se abrió y… hubo sorpresa. Como suele decir el refrán, “éramos pocos y parió la abuela”. Pues eso. Que se abre la puerta y aparece… ¡La abuela de Caperucita!”. Por supuesto, ni estaba enferma ni nada. Todo había sido una treta de Caperucita Roja para engañar al Lobo Feroz. El licántropo fue a la casa de la abuela por un camino más largo y Caperucita, muy espabilada ella, había ido por un atajo llegando antes al lugar de los hechos.
La abuela, en la puerta, se queda paralizada con la boca abierta contemplando la escena. Su nieta, allanando su propio lecho, encima de un Lobo Feroz esposado a la cabecera de la cama. ¡Toma ya! Ataviada con otra caperuza roja, como su nieta, la abuelita deja pasar unos segundos para, a continuación, agarrar el marco de la puerta y preguntar: “¿Pensabais empezar sin mí?”. El Lobo, que por unos instantes se vio salvado con la llegada de Caperucita Abuela, comprendió que la cosa había empeorado y que, la Abuela, que no respondía para nada a los cánones habituales del estereotipo físico de abuela, quería unirse a la fiesta.
El leñador alucinado
Viendo la que se le venía encima, con la Abuela quitándose la caperuza con la intención de quedarse en cueros y la Caperucita Roja ataviada como una modelo de lencería, roja, por supuesto, el Lobo comenzó a aullar y aullar pidiendo socorro. Pasados unos segundos, volvió a abrirse la puerta y apareció El Leñador, atraído por los gritos. Como vio al Lobo en la cama con Caperucita Roja y su abuela en paños menores, El Leñador pidió disculpas y empezó a cerrar la puerta.
-“¡No, vuelve, vuelve que estas dos no sé lo que quieren hacerme!”, -chillaba el Lobo Feroz al Leñador. El hombre, volvió a asomar la cabeza y respondió al mamífero.
-“¡Pero tú eres tonto! ¡Pues está muy claro lo que van a hacerte! Anda, venga, ahí te dejo”, -profirió El Leñador haciendo amago de volver a marcharse.
-“¡No, no te vayas, por favor, no me dejes solo aquí con ellas! ¡Es peligroso! ¡Quiero irme!”, -insistía el Lobo Feroz a viva voz. Volvió a hablar El Leñador.
-“¿Pero me estás tomando el pelo? ¿Pero mira bien cómo están? ¡Si casi está mejor la abuela que la nieta, no me jorobes! ¡Menuda MILF, chaval!”, -argumentó con poco tacto, todo hay que decirlo, mientras gesticulaba con las manos abiertas simulando unos pechos femeninos en referencia a los rollizos atributos de Caperucita Abuela.
-“¡Dejadme en paz, soltadme, por favor, quiero irme de aquí!”, -chillaba el Lobo.
Los escandalosos gritos pusieron en alerta a medio bosque interrumpiendo la hora de la siesta. Muchos empezaron a situarse alrededor de la casa de la abuela de Caperucita Roja y allí también se personó un coche patrulla de la policía. Se trataba del Inspector Clouseau y dos agentes uniformados. Clouseau, en la puerta de la casa, junto al Leñador, no podía dar crédito a lo que veía.
-“¿A ti te parece esto normal?”, -le preguntó El Leñador al Inspector Clouseau.
-“No, no me parece normal”, -respondió el policía con acento galo antes de sentenciar con un “joder, cómo ha cambiado el cuento”.
El Lobo Feroz, liberado de las esposas, salió de la casa avergonzado mientras la muchedumbre congregada debatía sobre lo sucedido. Lo primero que hizo fue acudir a comisaría, acompañado y escoltado por el Inspector Clouseau, para presentar denuncia contra la Caperucita Roja. La orden de alejamiento dictada por el Juez Harold T. Stone es de carácter inmediato. “Como vuelvan a tocarle un pelo al Lobo, yo misma me encargaré de que acaben entre rejas”, manifestó la abogada Ally McBeal en referencia a la Caperucita Roja y su hermosa abuelita. Ya saben. Hay que estar al Loro con esas dos.
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