ESPAÑA 4 – ITALIA 0
España: Casillas ***; Arbeloa ***, Piqué ***, Sergio Ramos ***, Jordi Alba ***; Busquets ***, Xabi Alonso ***, Xavi ***; Iniesta *** (Mata ***, m.86), Silva *** (Pedro ***, m.59) y Cesc *** (Torres ***, m.75).
Italia: Buffon; Abate, Barzagli, Bonucci, Chiellini (Balzaretti, m.21); Marchisio, Pirlo ***, De Rossi **, Montolivo (Motta, m.56); Cassano (Di Natale, m.46) y Balotelli *.
Árbitro: Pedro Proenca (1). Amonestó con tarjeta amarilla a Piqué y al Barzagli. Buen arbitraje pero se comió un penalti de libro por mano dentro del área italiana.
Goles: 1-0 min. 14 Silva; 2-0 min. 41 Jordi Alba; 3-0 min. 84 Torres; 4-0 min. 88 Mata
La crónica de Sport Billy.
Pues al final parece que acertó el viejo refranero. No hay dos sin tres. La Selección Española de Fútbol se proclamó Campeona de Europa en el Estadio Olímpico de Kiev al derrotar por un contundente 4-0 a Italia. Los goles de Silva, Jordi Alba, Torres y Mata sirvieron para completar una goleada con la que España revalida el título conquistado en Austria en el año 2008. Así mismo, el combinado nacional se convierte en la primera Selección de la historia que encadena Eurocopa, Mundial y Eurocopa. Una ‘triple corona’ que sabe a gloria y que la afición ha saboreado con alegría. No viene mal un poco de alegría con los tiempos que corren.
Deportivamente hablando, parece que nos estamos acostumbrando a lo bueno. El caso es que ya hemos dejado bien enterrados los viejos fantasmas que nos atemorizaban en las grandes citas. Aquellas desgracias que nos impedían traspasar los cuartos de final han quedado en el olvido y ahora nos pasamos por la piedra a todas las selecciones que se cruzan en nuestro camino. La última de ellas, Italia. Contra los transalpinos jugamos el primer choque del torneo y contra ellos disputamos el último. Pudimos haber mandado a casa a los de Prandelli al cierre de la fase de grupos si hubiésemos pactado un empate a dos con los croatas. Pero somos demasiado buenazos para hacer ese tipo de putaditas. No hacía falta deshacerse de los italianos con malos modos pudiendo hacerlo de manera legal y a lo grande. Cuatro a cero en la final y la Eurocopa para España. Lo sentimos, Italia. Nos toca otra vez.
Nos pusimos manos a la obra desde el principio. La gente de Vicente, como en aquel genial álbum de Ibáñez, se hizo con el esférico desde los primeros compases y empezó a dominar el juego ante un conjunto italiano que encajó el primer sopapo antes del cuarto de hora. Concretamente en el minuto 14. Una buena jugada de los españoles concluye con un buen centro de Cesc y el remate inmediato de Silva de cabeza. El balón llega hacia atrás medido a la testa del canario, que supera a Buffon. Golazo y encuentro encarrilado para España.
La defensa española, con un Ramos imperial y un Piqué perfecto, evitó que Pirlo y compañía sacaran a relucir las buenas cualidades que llevaron a los italianos a firmar un buen campeonato y llegar a la final. Nos acojonaron un poco. Pero sólo un poco. Fueron minutos en los que Italia tuvo la pelota y se aproximó gracias a los saques de esquina. Pero cuando lograban tirar a puerta, allí estaba Iker Casillas para despejar y espantar los malos augurios.
A falta de cuatro minutos para llegar al ecuador de la contienda, llegó el 2-0. Jordi Alba arrancó desde su carril izquierdo tras interceptar una pelota que envió a Xavi. El ocho envió un buen pase al lateral, que corrió como un galgo y superó con facilidad a la antaño temida defensa ‘azurra’. Y nada. Se plantó él solo delante de Buffon para soltar un latigazo y superar la salida del cancerbero. Lo dicho, minuto 41 y 2-0. Al contrario que en otras citas célebres, la cosa estaba pareciendo… fácil. Sí, por qué no decirlo. Lo estábamos haciendo tan bien que la sensación interna no era ni de miedo ni de agobios. Era una sensación de ‘con el p… nos los f…’ y tal. Ya me entienden. Había confianza gracias a lo que veíamos sobre el terreno de juego. Después de los nervios de la tanda de penaltis contra la Portugal de Cristiano Ronaldo, no venía mal disfrutar relajados de una final que parecía ya decantada a favor de la Selección cuando encaramos el túnel de vestuarios. Estábamos a cuarenta y cinco minutos de la gloria y la cosa pintaba bien. Pintaba muy pero que muy bien.
Rematar la faena
Arranca el segundo tiempo e Italia mueve banquillo. Ya había realizado el primer cambio en el minuto 21 por la lesión de Chiellini. Con el segundo, el técnico Prandelli dio entrada a Di Natale por Cassano, que se vació en la primera mitad realizando desmarques rápidos que no llegaron a buen puerto. Por fortuna. Por fortuna para España, claro. A los italianos les fue esquiva. Saltó Motta al campo en el 56’… y duró apenas un suspiro. Se lesionó él solito. Lo dicho, mala suerte. Con los tres cambios agotados, a Italia no le quedaba otra que no fuera afrontar lo que quedaba de encuentro con un hombre menos y un marcador adverso.
A todo esto, el señor colegiado se comió un penalti como una catedral de grande nada más reanudarse el juego. Más concretamente, en el minuto 47. Sergio Ramos cabecea el balón y Bonucci intercepta la pelota con el brazo. Las imágenes no dejaban lugar a duda. Penalti clamoroso que no ve ni el trencilla ni el árbitro de área, que debía estar mirándole las tetas a alguna aficionada buenorra, porque vamos… En fin. Tal y como iba el choque, con los transalpinos en inferioridad numérica y gobernando balón y marcador, tampoco es cuestión de acordarnos del de negro.
Las manecillas del reloj no se detenían. Balotelli ya no nos daba miedo y veíamos el trofeo continental cada vez más cerca. Gustándonos. Disfrutando de cada minuto. Pero bueno, por si las moscas no estaba de más cerrar definitivamente el partido. Minuto 84 y Torres, que había sustituido a Cesc, recibe un balón de Xavi y define ante Buffon con maestría en el uno contra uno. Tercer gol de España y confrontación finiquitada. Y a dos para el noventa, nueva intervención del ariete español que, delante de la portería italiana, cedió el balón a su derecha, por donde llegaba Mata. Su compañero en el Chelsea, que disputaba sus primeros minutos en la competición, agradecía la generosidad de Torres anotando el cuarto.
Los 63.170 aficionados que poblaban las gradas del Olímpico de Kiev se dividían entre italianos que miraban con tristeza cómo su equipo había sido incapaz de acariciar el triunfo y españoles que celebraban alborozados la gesta de su Selección. Minuto noventa y tres de descuento. Pero ya daba igual. La balanza se había decantado a nuestro favor desde hacía ya un buen rato. CAMPEONES DE EUROPA. Otra vez. Y otra vez la ceremonia tradicional durante los tres últimos grandes torneos que hemos disputado y que han concluido de idéntica forma. Con el Capitán Iker Casillas levantando a los cielos la copa. Parece un sueño, pero no lo es. CAMPEONES. Como hace cuatro años en Austria. Como hace dos en Sudáfrica. CAMPEONES DE LA EURO 2012. ¡Hay que estar al Loro!
Y si me disculpan, me voy a celebrarlo como se merece… ¡OEEEEEEEEEEE, OEEEEEEEEEEOEEEEEOEEEEEEEEEE, OEEEEEEEEEEEEEEEE, OEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!
Deportivamente hablando, parece que nos estamos acostumbrando a lo bueno. El caso es que ya hemos dejado bien enterrados los viejos fantasmas que nos atemorizaban en las grandes citas. Aquellas desgracias que nos impedían traspasar los cuartos de final han quedado en el olvido y ahora nos pasamos por la piedra a todas las selecciones que se cruzan en nuestro camino. La última de ellas, Italia. Contra los transalpinos jugamos el primer choque del torneo y contra ellos disputamos el último. Pudimos haber mandado a casa a los de Prandelli al cierre de la fase de grupos si hubiésemos pactado un empate a dos con los croatas. Pero somos demasiado buenazos para hacer ese tipo de putaditas. No hacía falta deshacerse de los italianos con malos modos pudiendo hacerlo de manera legal y a lo grande. Cuatro a cero en la final y la Eurocopa para España. Lo sentimos, Italia. Nos toca otra vez.
Nos pusimos manos a la obra desde el principio. La gente de Vicente, como en aquel genial álbum de Ibáñez, se hizo con el esférico desde los primeros compases y empezó a dominar el juego ante un conjunto italiano que encajó el primer sopapo antes del cuarto de hora. Concretamente en el minuto 14. Una buena jugada de los españoles concluye con un buen centro de Cesc y el remate inmediato de Silva de cabeza. El balón llega hacia atrás medido a la testa del canario, que supera a Buffon. Golazo y encuentro encarrilado para España.
La defensa española, con un Ramos imperial y un Piqué perfecto, evitó que Pirlo y compañía sacaran a relucir las buenas cualidades que llevaron a los italianos a firmar un buen campeonato y llegar a la final. Nos acojonaron un poco. Pero sólo un poco. Fueron minutos en los que Italia tuvo la pelota y se aproximó gracias a los saques de esquina. Pero cuando lograban tirar a puerta, allí estaba Iker Casillas para despejar y espantar los malos augurios.
A falta de cuatro minutos para llegar al ecuador de la contienda, llegó el 2-0. Jordi Alba arrancó desde su carril izquierdo tras interceptar una pelota que envió a Xavi. El ocho envió un buen pase al lateral, que corrió como un galgo y superó con facilidad a la antaño temida defensa ‘azurra’. Y nada. Se plantó él solo delante de Buffon para soltar un latigazo y superar la salida del cancerbero. Lo dicho, minuto 41 y 2-0. Al contrario que en otras citas célebres, la cosa estaba pareciendo… fácil. Sí, por qué no decirlo. Lo estábamos haciendo tan bien que la sensación interna no era ni de miedo ni de agobios. Era una sensación de ‘con el p… nos los f…’ y tal. Ya me entienden. Había confianza gracias a lo que veíamos sobre el terreno de juego. Después de los nervios de la tanda de penaltis contra la Portugal de Cristiano Ronaldo, no venía mal disfrutar relajados de una final que parecía ya decantada a favor de la Selección cuando encaramos el túnel de vestuarios. Estábamos a cuarenta y cinco minutos de la gloria y la cosa pintaba bien. Pintaba muy pero que muy bien.
Rematar la faena
Arranca el segundo tiempo e Italia mueve banquillo. Ya había realizado el primer cambio en el minuto 21 por la lesión de Chiellini. Con el segundo, el técnico Prandelli dio entrada a Di Natale por Cassano, que se vació en la primera mitad realizando desmarques rápidos que no llegaron a buen puerto. Por fortuna. Por fortuna para España, claro. A los italianos les fue esquiva. Saltó Motta al campo en el 56’… y duró apenas un suspiro. Se lesionó él solito. Lo dicho, mala suerte. Con los tres cambios agotados, a Italia no le quedaba otra que no fuera afrontar lo que quedaba de encuentro con un hombre menos y un marcador adverso.
A todo esto, el señor colegiado se comió un penalti como una catedral de grande nada más reanudarse el juego. Más concretamente, en el minuto 47. Sergio Ramos cabecea el balón y Bonucci intercepta la pelota con el brazo. Las imágenes no dejaban lugar a duda. Penalti clamoroso que no ve ni el trencilla ni el árbitro de área, que debía estar mirándole las tetas a alguna aficionada buenorra, porque vamos… En fin. Tal y como iba el choque, con los transalpinos en inferioridad numérica y gobernando balón y marcador, tampoco es cuestión de acordarnos del de negro.
Las manecillas del reloj no se detenían. Balotelli ya no nos daba miedo y veíamos el trofeo continental cada vez más cerca. Gustándonos. Disfrutando de cada minuto. Pero bueno, por si las moscas no estaba de más cerrar definitivamente el partido. Minuto 84 y Torres, que había sustituido a Cesc, recibe un balón de Xavi y define ante Buffon con maestría en el uno contra uno. Tercer gol de España y confrontación finiquitada. Y a dos para el noventa, nueva intervención del ariete español que, delante de la portería italiana, cedió el balón a su derecha, por donde llegaba Mata. Su compañero en el Chelsea, que disputaba sus primeros minutos en la competición, agradecía la generosidad de Torres anotando el cuarto.
Los 63.170 aficionados que poblaban las gradas del Olímpico de Kiev se dividían entre italianos que miraban con tristeza cómo su equipo había sido incapaz de acariciar el triunfo y españoles que celebraban alborozados la gesta de su Selección. Minuto noventa y tres de descuento. Pero ya daba igual. La balanza se había decantado a nuestro favor desde hacía ya un buen rato. CAMPEONES DE EUROPA. Otra vez. Y otra vez la ceremonia tradicional durante los tres últimos grandes torneos que hemos disputado y que han concluido de idéntica forma. Con el Capitán Iker Casillas levantando a los cielos la copa. Parece un sueño, pero no lo es. CAMPEONES. Como hace cuatro años en Austria. Como hace dos en Sudáfrica. CAMPEONES DE LA EURO 2012. ¡Hay que estar al Loro!
Y si me disculpan, me voy a celebrarlo como se merece… ¡OEEEEEEEEEEE, OEEEEEEEEEEOEEEEEOEEEEEEEEEE, OEEEEEEEEEEEEEEEE, OEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!
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