El vampiro se disponía a atacar a una joven indefensa cuando fue interceptado
Ami Amanda Allen.
El Conde Drácula recibió una paliza esta madrugada a manos del Doctor Van Helsing y Los Cazafantasmas. El mítico vampiro se encuentra hecho polvo. Apaleado, dolorido, convaleciente, humillado y sin dientes, la sanguijuela de Transilvania no volverá a causar daños por una buena temporada y tendrá que invertir una fuerte suma de dinero en facturas de dentista y ortodoncia para recuperar su aspecto primitivo. Ahora parece un viejo desdentado y tendrá que usar almohadillas adhesivas Corega durante un buen tiempo.
Los hechos tuvieron lugar durante la pasada madrugada. Tal y como informábamos ayer en Hay que estar al Loro, Drácula había anunciado que se pensaba dar un festín de sangre aprovechando los sesenta minutos más de oscuridad que le proporcionaba el cambio horario. No mentía. El vampiro saltó de su ataúd a las calles para iniciar su orgía de sangre y desenfreno. Pero las cosas no salieron como él esperaba y la única sangre que llegó a su boca fue la de sus propios morros reventados a hostias.
Exactamente a las 00.05 horas de la noche, Drácula asaltó a una inocente joven que caminaba por la calle sola. Muy valiente, sí señor. El vampiro la agarró por un brazo y la metió a la fuerza dentro de un callejón haciendo oídos sordos a las súplicas de su víctima, que gemía y lloraba de terror. El de Transilvania cubrió su boca con la palma de la mano al tiempo que volvía su cabeza a un lado para tener acceso al tierno cuello de la pobre muchacha. Lentamente, degustando el momento con una siniestra insensibilidad, abrió su boca mostrando sus fieros colmillos e inició su aproximación para propinar el mordisco fatal.
Sin embargo, un fuerte impacto en la cabeza hizo caer a Drácula al suelo. Se trataba del líder de los Cazafantasmas, Peter Venkman, que con un certero tiro de su disparador nuclear de protones logró liberar a la muchacha. Drácula, aturdido por la fuerte descarga, se levantó a duras penas con cara de pocos amigos pero, cuando se disponía a abalanzarse sobre el Doctor Venkman, recibió otros dos fuertes disparos por la espalda. De la oscuridad del callejón surgieron las figuras de Ray Stantz y Egon Spengler. ¡Era una emboscada de Los Cazafantasmas!
Inmediatamente Stantz y Spengler inmovilizaron a Drácula aprovechando el atontamiento que le habían provocado los tres impactos de los disparadores nucleares de protones. Le enroscaron la capa al cuello y le hicieron un nudo marinero. Peter Venkman se acercó al vampiro y le miró a la cara para decirle que aquella no era forma de “tratar a una dama”. A continuación le dio un fuerte puñetazo en la barriga que dejó sin aire al vampiro. La chica asaltada, furiosa, también se aproximó al vampiro para sacudirle una fortísima patada en los cojones que hizo doblarse a Drácula hasta caer de rodillas. A continuación, los tres Cazafantasmas empezaron a dar patadas a Drácula, que pedía auxilio de rodillas. La muchacha también participó en el festival de hostias pisando al vampiro con sus tacones de aguja.
Llegan los refuerzos
Inmediatamente accedió al lugar el Ecto 1, con Winston Zeddemore al volante y con un invitado de excepción como copiloto. ¡Abraham van Helsing! El Doctor de origen neerlandés había diseñado la operación de caza del vampiro. Los Cazafantasmas levantaron del suelo a Drácula y le colocaron con violentos modales sobre el capó de su vehículo.
-¡Tú, van Helsing! ¡Has sido tú! ¡Te morderé y te mataré! –gritó un Drácula con más moratones en la cara que Poli Díaz el día que perdió el título mundial de pesos pesados.
-Tú, tú… ¿Tú que vas a morderme? –respondió Van Helsing al tiempo que sacaba unas tenazas de su zurrón y se acercaba al vampiro.
El profesor no titubeó. Mientras Egon Spengler le agarraba con el puño del pelo y le tiraba de la cabeza para atrás, van Helsing le agarró uno de los colmillos y se lo sacó de un tirón. Sin anestesia ni nada. El siguiente paso fue más doloroso aún. Como el otro colmillo no salía a pesar de estar entre los tres Cazafantasmas sujetando al vampiro y van Helsing tirando todo lo fuerte que podía, el profesor optó por partirle los piños a golpes con las tenazas. Un golpe, otro, otro y otro, una paleta fuera, un incisivo saltando por los aires, otro partido a la mitad, los dientes de abajo fuera a base de una hostia detrás de otra. No le quedó una muela sana tampoco.
-¿Qué? ¿Ahora qué? ¿A quién vas a morder ahora, hijoputa? –le decía van Helsing a un Drácula que sangraba a chorro limpio por la boca.
-¡Sogtagme, cagrones, solgtagme, egta me gla plagais, cagrones! –balbuceaba el siniestro mientras escupía trozos de esmalte.
Los cazadores siguieron ensañándose con el maligno. Le metieron un ajo en la boca y le enseñaron crucifijos que provocaban fuertes convulsiones en el vampiro. Luego, van Helsing sacó un juego de estacas y un martillo. Raudo y veloz, el simpático Doctor Ray Stantz agarró una y de un fuerte martillazo le atravesó una mano.
-¡Agggggggghhh, jogderg, queg duegle mugchog! –gritaba Drácula.
-¿Qué duele mucho? Ya verás luego. ¡Te vamos a llevar a La Ostra Azul y allí te van a clavar más estacas! ¡Pero por otro sitio! ¡Eso sí que te va a doler! –le respondió Ray Stantz.
-¿Qué? ¿A que jode que te hagan daño? ¿A que jode? ¡Pues eso para que veas lo que haces tú cuando muerdes a la gente! ¡Pedazo hijoputa! –le espetó van Helsing reprochándole todos los asaltos nocturnos que ha protagonizado el de la capa negra.
-¡Toma, chupasangres de mierda! –gritó un Egon Spengler extrañamente fuera de sí mientras rompía el palo de una fregona sobre la testa del vampiro.
-¡Y como vuelvas a morder a alguien te vamos a dar hostias hasta que nos duelan las manos! –le gritó Winston Zeddemore mientras le pegaba el enésimo puñetazo a Drácula, que lloraba desconsolado.
-¡Nog meg pegueig mág, pofavó, nog me pegueis má! –sollozaba Drácula.
-¿Qué no te peguemos más? ¿Qué no te peguemos más? ¡Me cago en tu puta estampa! ¡Vamos a ir a Transilvania y te vamos a dinamitar el castillo! –berreaba Peter Venkman al oido de Drácula.
-¡Eso! ¡Y antes vamos a llenarte el ataúd de boñigas y chorongos de perro! ¡Pa’que te jodas! –añadió Spengler.
-¡Te vamos a encerrar en la Unidad Contenedora, maldito chupasangres! ¡Y no te vamos a soltar hasta que no nos salga de los huevos! –le anunció furioso Ray Stantz mientras le propinaba una espectacular patada de kárate en la cara que desplazó un metro al monstruoso quiróptero.
Le siguieron pegando. La cosa no acabó ahí. Qué va, qué va. Le escupieron y le hicieron llaves de Pressing Catch. Le abofetearon, le metieron un dedo en el ojo a lo Mourinho, le dieron coscorrones en la cabeza, le hicieron escuchar canciones de Manolo Escobar, le depilaron las dos piernas a la cera y le hicieron jirones su traje y su capa. Le dejaron en gayumbos a pesar del frío que hacía ayer a la noche.
Drácula ya sabe que sus enemigos no se andan con chiquitas. Evitaron una injusta agresión sobre una joven muchacha y le dieron un buen merecido al agresor. Más le vale no hacer más de las suyas, porque de lo contrario, el profesor van Helsing y Los Cazafantasmas se lo van a hacer pasar muy mal. Ojito, ojito. Hay que estar al Loro.
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